December 3, 2020

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La Proclamación el Evangelio de la Alegría: Vivir la misión de Cristo

Carta Pastoral y Plan

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Nosotros, la Arquidiócesis Católica Romana de Indianápolis, proclamamos con alegría el Evangelio de Jesucristo a todas las personas que viven su misión de misericordia, esperanza y salvación.


Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Archbishop Charles C. ThompsonEn su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (La alegría del Evangelio), publicada en 2013, el papa Francisco invitó a toda la Iglesia a embarcarse en “a una nueva etapa evangelizadora.” También nos desafió a concebirnos como una “comunidad de discípulos misioneros”que se esfuerzan“cada día sin descanso” (Evangelii gaudium, #1-3). Este estado misionero define el ministerio de nuestra Iglesia tanto en los buenos como en los malos tiempos. Tal como nuestro Santo Padre señala:

Si bien esta misión nos reclama una entrega generosa, sería un error entenderla como una heroica tarea personal, ya que la obra es ante todo de Él, más allá de lo que podamos descubrir y entender. Jesús es “el primero y el más grande evangelizador.” En cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios, que quiso llamarnos a colaborar con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu. La verdadera novedad es la que Dios mismo misteriosamente quiere producir, la que Él inspira, la que Él provoca, la que Él orienta y acompaña de mil maneras. En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios, que “Él nos amó primero” (1 Jn 4:19) y que “es Dios quien hace crecer” (1 Co 3:7). Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos ofrece todo (Evangelii gaudium, #12).

Generic ImageIncluso en tiempos difíciles como estos, Dios toma la iniciativa, y nos da todo lo que necesitamos para llevar a cabo su obra. Nuestra responsabilidad como discípulos y misioneros es reunirnos en torno al Señor para orar, escuchar la Palabra de Dios y encontrarlo en los sacramentos y la liturgia. Seguidamente debemos aceptar su encargo de “ir por todo el mundo” en nuestra proclamación del Evangelio y en el servicio a los demás.

Este estado misionero, que es la naturaleza esencial de la Iglesia, ha adoptado distintas formas en determinados momentos y en diversas comunidades a lo largo de sus 2,000 años de historia. En sus primeros tiempos, durante el Imperio Romano, la Iglesia era muy distinta a aquella de la Edad Media, el Renacimiento, la Contrarreforma y los períodos sucesivos de la historia de la Iglesia. Puesto que la Iglesia sigue siendo una, santa, católica y apostólica, tal como lo profesamos en el Credo de Nicea, nuestra Iglesia de hoy debe estar atenta a “los signos de los tiempos” y adaptar su organización y sus ministerios a las necesidades de la gente de hoy, permaneciendo siempre fiel a sus enseñanzas y prácticas fundamentales.

Por eso los papas convocan consejos y sínodos para evaluar los asuntos que enfrenta el Pueblo de Dios, y también es el motivo por el que los obispos y pastores se comprometen periódicamente en la planificación pastoral para ayudar a identificar las necesidades y responder adecuadamente a las demandas de nuestro estado permanente de misión en un mundo en constante cambio.

“Cristo, la piedra angular” es mi lema episcopal y san Pedro usa la expresión “la piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido,” en su primera carta a los gentiles conversos en Asia Menor (cf. 1 Pe 2:7), en la que cita el salmo 118, versículo 122: “La piedra que desecharon los albañiles se ha convertido en la piedra angular.” San Pedro y otros escritores del Nuevo Testamento interpretaron este verso como una alusión a la muerte y la resurrección de Jesucristo, aquel que fue rechazado por líderes políticos y religiosos de su tiempo pero que ahora es la fundación sobre la cual se erigen nuestras vidas. Todas nuestras iniciativas de planificación en la Iglesia deben tener la persona de Jesucristo como su fundamento o piedra angular.

Generic ImageHace más de 20 años, el papa san Juan Pablo II esbozó la tarea que la Iglesia enfrentaba al prepararse para entrar en un nuevo milenio:

No nos satisface ciertamente la ingenua convicción de que haya una fórmula mágica para los grandes desafíos de nuestro tiempo. No, no será una fórmula lo que nos salve, pero sí una Persona y la certeza que ella nos infunde: ¡Yo estoy con vosotros!

No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas, aunque tiene cuenta del tiempo y de la cultura para un verdadero diálogo y una comunicación eficaz. Este programa de siempre es el nuestro para el tercer milenio. Sin embargo, es necesario que el programa formule orientaciones pastorales adecuadas a las condiciones de cada comunidad.

Nos espera, pues, una apasionante tarea de renacimiento pastoral. Una obra que implica a todos (Papa San Juan Pablo II, Novo Millennio Ineunte, #29).

Generic ImageEl papa Francisco se hace eco de esta enseñanza cuando habla de la importancia de la “conversión pastoral” que es mucho más que la reestructuración de nuestras parroquias, escuelas e instituciones diocesanas. La “apasionante tarea de renacimiento pastoral” que san Juan Pablo dice que nos espera a todos es lo que el papa Francisco quiere decir cuando habla de “la pastoral en clave de misión.”

Según el papa Francisco, la planificación pastoral nos desafía a no escudarnos en la actitud acomodadiza de que “siempre lo hemos hecho así.” Nos invita a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar las metas, la estructuras, el estilo y los métodos de evangelización en nuestras respectivas comunidades. Una planificación que busque traducir la misión permanente de la Iglesia en iniciativas pastorales que puedan abordar eficazmente los desafíos y las oportunidades de nuestra situación contemporánea se debe realizar en el marco de una profunda reflexión sobre el Evangelio y las enseñanzas y prácticas esenciales de la Iglesia. Tal como el papa Francisco deja en claro: “Una postulación de los fines sin una adecuada búsqueda comunitaria de los medios para alcanzarlos está condenada a convertirse en mera fantasía.” El Santo Padre continúa diciendo que “lo importante es no caminar solos, contar siempre con los hermanos y especialmente con la guía de los obispos, en un sabio y realista discernimiento pastoral” (Evangelii gaudium, #33).

Como arzobispo de Indianápolis, es mi responsabilidad dirigir esta Arquidiócesis en la evaluación de las necesidades de la Iglesia en el centro y el sur de Indiana y la planificación para el futuro. Esto no es algo que yo pueda o deba hacer por mi cuenta. Para que tenga éxito, la planificación requiere una amplia consulta y trabajo en equipo. Esto implica un profundo sentido de apertura a la guía del Espíritu Santo, como se manifiesta, tanto a través de la rica historia de la Iglesia en esta región, como en las circunstancias actuales. En definitiva, una planificación pastoral sólida exige que estemos dispuestos a confiar en que, aunque no podemos predecir el futuro, la Divina Providencia nos mostrará el camino para llevar a cabo la voluntad de Dios para nosotros en los años venideros.


Un futuro lleno de esperanza

Generic ImageEl 19 de febrero de 2020, antes de que la propagación de la pandemia de COVID-19 nos obligara a suspender temporalmente todas las reuniones públicas, incluyendo la misa y los sacramentos, acepté un nuevo plan pastoral arquidiocesano, tal como lo propuso el comité de planificación. Dicho plan guiará la forma en que llevaremos a cabo la misión de la Iglesia en el centro y el sur de Indiana durante los próximos tres a cinco años. Este plan es el resultado de varios años de encuestas, evaluaciones e investigaciones que se iniciaron durante el intervalo entre el nombramiento del cardenal Joseph W. Tobin como arzobispo de Newark, en Nueva Jersey, y mi investidura como Arzobispo de Indianápolis el 28 de julio de 2017.

Al final de mi primer año de ministerio episcopal aquí, comisioné un equipo de planificación conformado por 25 miembros de toda la Arquidiócesis que representan a diferentes sectores de la vida: laicos, sacerdotes, religiosos, personas que trabajan en ministerios arquidiocesanos y parroquiales, así como personas de diferentes etnias y de diversas edades. La primera tarea del equipo de planificación fue leer La alegría del Evangelio del papa Francisco y reflexionar sobre sus enseñanzas a la luz de las oportunidades y desafíos que enfrentamos al tratar de proclamar el Evangelio en nuestra situación actual. Deseábamos que nuestros planes futuros emanaran de la visión del Santo Padre para la Iglesia de ayer, hoy y mañana, tal y como se expresa en las Sagradas Escrituras: “Porque yo sé los planes que tengo para vosotros—declara el Señor—planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza” (Jer 29:11).

Estoy profundamente agradecido por el comité de coordinación del plan pastoral: Annette “Mickey” Lentz, canciller; Mons. William F. Stumpf, vicario general; David Bethuram, director ejecutivo de Caridades Católicas; y Greg Otolski, director ejecutivo de comunicaciones. Todos ellos trabajaron incansablemente para supervisar la formulación del plan y para asegurar que el plan mismo reflejara los temas identificados en La alegría del Evangelio, nuestro documento guía.

Generic ImageTambién quiero reconocer con gratitud a los otros 21 miembros del Comité de Planificación Pastoral de la Arquidiócesis:

Julie Alberston
Loraine Brown
J. Patrick Byrne
Óscar Castellanos
Christine Eppert
Matt Faley
Padre Rick Ginther
Steven Goebel
Kara Gresh
Amy Higgins
Diácono Stephen Hodges
Erin Jeffries
Diácono Marc Kellams
Hermana Joanita Koors, OSF
Padre Doug Marcotte
Bernie Paradise
Leticia Pasillas
Richard Pohlman
Pearlette Springer
Sue Weber (facilitadora)
Lynne Weisenbach

Su dedicación piadosa a la tarea que se les encomendó fue una inspiración y una considerable fuente de esperanza para el futuro de nuestra Arquidiócesis. Independientemente de los obstáculos que enfrentemos, somos una comunidad llena de fe decidida a escuchar la Palabra de Dios, a discernir la Voluntad del Señor para nosotros y a actuar con sabiduría, coraje y confianza en el Espíritu Santo. Mi agradecimiento a estos líderes pastorales y a todos los que participaron en las encuestas y las evaluaciones que allanaron el camino para este proceso de planificación pastoral.


Misión y metas

Generic ImageEspecialmente ahora que retomamos el compromiso pleno con la misión y los ministerios de nuestra Arquidiócesis, existen muchas ventajas de tener un plan pastoral que pueda servir como guía práctica para todos nuestros ministerios. Nuestro plan pastoral constituye un medio para compartir una visión, así como también los esfuerzos coordinados e intencionales. El plan también identifica metas y objetivos específicos que se deben abordar en este momento de la historia de nuestra Arquidiócesis. Por último, gracias al plan podemos trabajar juntos como una familia de fe, en lugar de tratar de abordar cada tema como individuos aislados.

El Comité de Planificación Pastoral de la Arquidiócesis ha propuesto, y yo he aprobado, la siguiente Declaración de Misión para nuestra Arquidiócesis:

Nosotros, la Arquidiócesis Católica Romana de Indianápolis, proclamamos con alegría el Evangelio de Jesucristo a todas las personas que viven su misión de misericordia, esperanza y salvación.

Tal como nos lo recuerda el papa Francisco en La alegría del Evangelio, el llamado a la fe y la salvación en Jesucristo forma parte de la obra de Dios y esto constituye el núcleo de nuestra Declaración de Misión. Por Su gracia, nosotros, la Iglesia en el centro y el sur de Indiana, somos enviados al mundo para proclamar el Evangelio con alegría por nuestro testimonio vivo de su misión de misericordia, esperanza y salvación.

En La alegría del Evangelio, nuestro Santo Padre escribe:

La salvación que Dios nos ofrece es obra de su misericordia. No hay acciones humanas, por más buenas que sean, que nos hagan merecer un don tan grande. Dios, por pura gracia, nos atrae para unirnos a sí. Él envía su Espíritu a nuestros corazones para hacernos sus hijos, para transformarnos y para volvernos capaces de responder con nuestra vida a ese amor. La Iglesia es enviada por Jesucristo como sacramento de la salvación ofrecida por Dios. Ella, a través de sus acciones evangelizadoras, colabora como instrumento de la gracia divina que actúa incesantemente más allá de toda posible supervisión (Evangelii gaudium, #112).

Llevamos a cabo nuestra misión como Iglesia en el centro y el sur de Indiana mediante nuestra cooperación con la gracia de Jesucristo y, en el proceso, nos comprometemos a cumplir las cinco metas generales que se enumeran a continuación. Al comprometer a nuestra Arquidiócesis a este “estado permanente de misión,” nos esforzamos por vivir la “vida trinitaria” y por la gracia de Dios para transformar la historia de este tiempo y lugar “hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste.”

Metas y objetivos

Generic ImageEl Comité de Planificación Pastoral de la Arquidiócesis se encargó de considerar en oración los resultados de las evaluaciones, las encuestas y demás investigaciones realizadas como preparativos para la planificación pastoral. Este fue realmente un proceso de discernimiento piadoso en el que se emplearon como guías las Sagradas Escrituras, las enseñanzas y las prácticas de la Iglesia durante los últimos dos milenios y las enseñanzas recientes del papa Francisco, especialmente La alegría del Evangelio. El resultado fue la formulación de una serie de metas y objetivos en las siguientes áreas:

  • Oración y adoración
  • Corresponsabilidad
  • Familia y comunidad
  • Evangelización y catequesis
  • Vida y ministerio del clero

Estas cinco áreas no abarcan todos los aspectos de la vida y el ministerio de la Iglesia aquí en el centro y el sur de Indiana, pero nos proporcionan un amplio marco para la planificación pastoral capaz de abordar las cuestiones clave y las preocupaciones que estamos enfrentando a medida que continuamos llevando a cabo nuestra misión.

Cada una de las cinco áreas identificadas anteriormente incluye una meta general (lo que queremos hacer) y una serie de objetivos específicos (cómo planeamos lograr cada meta). Estas metas y objetivos, que han sido aprobados, se han entregado a las oficinas y agencias arquidiocesanas correspondientes, las cuales diseñarán planes detallados para su implementación, incluyendo la rendición de cuentas (formas de medir el éxito, personas responsables, plazos e implicaciones presupuestarias).

A los efectos de esta carta pastoral, me gustaría simplemente ofrecer algunas breves reflexiones sobre las cinco metas y su importancia para llevar a cabo nuestra misión: ayer, hoy y mañana.

Meta 1: Oración y adoración

Generic ImageLa primera meta de nuestro Plan pastoral arquidiocesano es: Fomentar un encuentro personal con Jesucristo a través de una vida litúrgica, sacramental, devocional y de oración personal rica y dinámica. La oración y la adoración representan el corazón de nuestra identidad como cristianos católicos ya que nos preparan para el encuentro con Jesús en Palabra, los sacramentos y el servicio, y nos alimentan y sustentan mientras llevamos a cabo nuestra misión de proclamar con alegría el Evangelio y vivimos la misión de Cristo de misericordia, esperanza y salvación. El encuentro con Jesucristo que se promueve en la liturgia y los sacramentos nunca es un asunto puramente privado. En especial la misa y los sacramentos son celebraciones comunitarias que nos unen en el culto y nos fortalecen como individuos y comunidades en el amor a Dios y al prójimo.

Los objetivos de la meta 1 especifican cultivar el sentido de pertenencia a través de experiencias litúrgicas que honren nuestra creciente diversidad cultural y étnica; ofrecer recursos a las parroquias para fomentar la participación plena, activa y consciente en la vida litúrgica de la Iglesia; enriquecer y complementar la comprensión del Evangelio, las escrituras y la liturgia a través de la música y el canto que honra y celebra nuestra diversidad cultural y étnica; fomentar la vida espiritual del pueblo de Dios a través de las devociones de “piedad popular”; y promover la preparación sacramental como instrumento de la nueva evangelización, como un encuentro para candidatos, familias y padrinos con el Señor resucitado.

El papa Francisco nos recuerda continuamente que el ministerio de la Iglesia siempre debe basarse en la oración y la adoración. “Es importante que recuperemos la confianza en que por el poder de Dios y nuestra cooperación con Él, podemos enfrentar y hacer frente a cualquier desafío.” El Santo Padre también nos dice a todos, comenzando por los obispos, que “la oración no es para el obispo devoción, sino necesidad; no es un compromiso entre tantos, sino un indispensable ministerio de intercesión” (papa Francisco, audiencia con los participantes en un seminario organizado por la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, 8 de septiembre de 2018).

Meta 2: Corresponsabilidad

Nuestra segunda meta es: Fomentar una cultura de corresponsabilidad en respuesta a nuestro llamado bautismal a través de la entrega de nuestro tiempo, talentos y tesoros en el servicio de Dios y de los demás. Por corresponsabilidad entendemos la conciencia de que todo lo que tenemos y somos nos viene de Dios como dones para ser desarrollados responsablemente y luego compartidos generosamente con otros. La corresponsabilidad es esencial para nuestra misión porque es una forma de vivir los valores del Evangelio en lo patente de la vida diaria. Cuando aceptamos la verdad fundamental de que somos corresponsables, no propietarios, enviados por Dios para compartir sus dones en la construcción de su Reino, desaparece todo contraste entre “autoridad” y “misión.”

Los objetivos de la meta 2 comprenden: Fomentar un mayor sentido de discipulado en la gente ayudándola a identificar los dones que Dios les ha dado, y de qué manera pueden ponerlos al servicio para construir Su reino a través de la Iglesia; diseñar e implementar un sistema a nivel arquidiocesano que conecte y coordine los dones y talentos de los fieles con las necesidades de la Arquidiócesis, de la comunidad en general y de la parroquia, e invite y comprometa activamente a los fieles al servicio de los demás; realizar una evaluación o auditoría integral de todos los bienes de capital y las instalaciones dentro de la Arquidiócesis en relación con el mantenimiento y la utilidad a corto y largo plazo (sobre la base de auditorías y evaluaciones anteriores) y desarrollar métodos e informes estandarizados para evaluar los recursos y las necesidades pastorales en toda la Arquidiócesis; y seguir utilizando las herramientas y recursos obtenidos del programa “Empoderamiento de líderes pastorales” (Empowering Pastoral Leaders) como medio para aumentar la capacidad de liderazgo, las aptitudes y los talentos de todos.

En su misa inaugural del 19 de marzo de 2013, el papa Francisco dijo: “En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos.
Sed custodios de los dones de Dios.” Este es el llamado a una corresponsabilidad comprometida a cuidar y compartir generosamente todos los dones de Dios. Protegemos los dones de Dios cuando reconocemos que Él es su dueño y estamos llamados a ser sus administradores de confianza.

Meta 3: Familia y comunidad

Generic ImageNuestra tercera meta es: Apoyar y fomentar la participación de las familias y comunidades de la Arquidiócesis. Las evaluaciones, las encuestas y las investigaciones realizadas como preparación para la planificación pastoral muestran claramente que la familia, que es la unidad más fundamental de la sociedad civil y que reconocemos como “la iglesia doméstica,” necesita estímulo, apoyo y dirección en sus esfuerzos por florecer y crecer en nuestra cultura contemporánea. Los últimos papas han subrayado que la familia es el lugar principal donde se alimenta, desarrolla y pone en práctica la catequesis, la evangelización y la conciencia social para llevar a cabo la misión de nuestra Iglesia en el mundo.

La meta 3 nos exhorta a: reconocer a la familia como el núcleo de nuestros esfuerzos de evangelización y del ministerio pastoral; ofrecer recursos y experiencias a los hogares católicos en el fomento y el discernimiento de las vocaciones; cultivar comunidades centradas en la invitación y la evangelización de las personas en todas las fases de la vida; afirmar y promover el papel de los padres como los principales maestros y formadores de la fe de sus hijos; diseñar programas de divulgación y recursos para invitar y acoger activamente a los católicos inactivos, para extender la hospitalidad a quienes visitan la Iglesia por primera vez, y para recibir calurosamente a aquellos que buscan un hogar en la iglesia.

En la introducción de su exhortación Amoris laetitia (Sobre el amor en la familia), el papa Francisco dice: “Espero que cada uno, a través de la lectura, se sienta llamado a cuidar con amor la vida de las familias, porque ellas “no son un problema, son principalmente una oportunidad.” El énfasis de nuestro plan pastoral en la preeminencia de la familia y la comunidad refleja esta perspectiva de optimismo cristiano. Creemos con todas las seguridades que nos brinda nuestra fe, que las familias y las comunidades de hoy tienen el poder (nacido de la gracia de Dios) de servir como semillas de esperanza, centros de formación y lugares donde las virtudes teologales y cardinales pueden ser vividas concretamente en nuestra vida cotidiana.

Meta 4: Evangelización y catequesis

Nuestra cuarta meta es: Vivir con una actitud de discipulado misionero hacia todas las personas, llegando a las periferias de nuestra diócesis, parroquias y comunidades. En La alegría del Evangelio, y a lo largo de su predicación y enseñanza, el papa Francisco nos recuerda que estamos llamados a ser discípulos misioneros, hombres y mujeres que dejan atrás lo que les resulta conocido y cómodo para proclamar el Evangelio y vivir la misión de Cristo de misericordia, esperanza y salvación como un testimonio para todas las personas, especialmente las que están en los márgenes de la sociedad. Esta es la misión que hemos acogido como Iglesia en el centro y el sur de Indiana, y nos comprometemos a llegar a los demás dondequiera que se encuentren.

Los objetivos de la meta 4 comprenden: fomentar el sentido de pertenencia mediante una actitud de encuentro; restaurar el significado de la alegría mediante la proclamación y la evangelización de la Buena Nueva; crear una cultura de discipulado intencional; convertir en prioridad la participación de los jóvenes y los adultos jóvenes en todos los niveles del ministerio pastoral; y promover instrumentos eficaces de evangelización mediante una catequesis sólida.

En el párrafo inicial de La alegría del Evangelio, el papa Francisco esboza el plan de los Evangelios, lo que san Juan Pablo II llamó, “un programa que no se transforma con los cambios de los tiempos y las culturas, aunque tiene en cuenta el tiempo y la cultura en aras de un verdadero diálogo y una comunicación eficaz.” De acuerdo con el papa Francisco:

La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría (Evangelii gaudium, #1).

Este es el significado exacto de nuestra cuarta meta: facilitar la misma actitud que los discípulos misioneros de nuestro Señor Jesucristo han tenido desde el primer Pentecostés. Sabemos que este “programa” nunca cambia, pero también sabemos que, como líderes pastorales, es nuestra responsabilidad presentar este programa a la gente de hoy y de mañana en un espíritu de verdadero diálogo y de comunicación efectiva.

Meta 5: Vida y ministerio del clero

Generic ImageNuestra última meta es: Asegurar el bienestar espiritual y físico del clero mediante la vitalidad espiritual, la eficacia organizativa y principios y prácticas coherentes de corresponsabilidad. Todas las metas de nuestro plan pastoral son de vital importancia, pero esta es especialmente significativa hoy en día a medida que emergemos de décadas de crisis y humillación producto de los atroces crímenes y graves pecados de algunos obispos, sacerdotes y líderes de la Iglesia. Como Iglesia, amamos a nuestro clero y deseamos que tengan éxito en la vocación que Cristo les otorgó de servir como pastores y ministros de todo el pueblo de Dios. Sabemos que la ayuda y el apoyo en oración de toda la familia arquidiocesana son necesarios para nutrir, afirmar y guiar a nuestros diáconos, sacerdotes y obispos mientras nos esforzamos por crecer espiritualmente y madurar como ministros pastorales eficaces.

Los sacerdotes y los diáconos sanos y felices, llenos de esperanza y de alegría, que se sienten realizados en su ministerio pastoral por la gracia de Cristo, pueden inspirar y dirigir parroquias que sean centros vibrantes de oración, formación en la fe y servicio. Al dedicarnos a alentar y a apoyar a nuestro clero, nos comprometemos a construir y mantener comunidades parroquiales felices y sanas.

Los objetivos de la meta 5 buscan: asegurar el bienestar espiritual y físico del clero; y crear un marco que identifique los componentes necesarios para tener parroquias prósperas, mientras nos preparamos para los cambios actuales y futuros del clero, los religiosos y el liderazgo laico en la Arquidiócesis. El plan exige diversas estrategias y metodologías para lograr esta meta tan importante y estas se explicarán con mayor detalle a medida que se implemente el plan.

El papa Francisco ha señalado que cada obispo tiene el deber de mantener una relación fuerte y estrecha con sus sacerdotes. También nos ha advertido que la distancia y el favoritismo episcopal debilitan la misión de la Iglesia. “La relación entre los obispos y nuestros sacerdotes es, sin duda, una de las cuestiones más vitales en la vida de la Iglesia,” explica el Papa. “Esta es la columna vertebral sobre la cual se yergue la comunidad diocesana” (papa Francisco, reunión con los obispos italianos en el Vaticano en ocasión de su reunión anual del 20 al 23 de mayo de 2019).

Me tomo muy en serio esta advertencia del Santo Padre, e invito a toda la familia arquidiocesana a unirse a mí para entablar relaciones fuertes y estrechas con el clero, los religiosos y los líderes laicos que son tan importantes para la salud espiritual y la vitalidad de la Iglesia en el centro y el sur de Indiana.


María, la primera discípula misionera

Nuestras reflexiones sobre la misión de la Iglesia, tal como se vive aquí en el centro y el sur de Indiana, nos llevan naturalmente a la Santísima Virgen María que nos inspira y guía mientras buscamos proclamar el Evangelio de la Alegría y vivir la misión de misericordia, esperanza y salvación de su Hijo. María fue la primera discípula misionera; toda su vida la dedicó a cumplir la promesa que hizo cuando el Arcángel Gabriel compartió con ella la vocación única que le había sido dada por Dios Padre a través del poder del Espíritu Santo.

El “sí” de María, en su compromiso de por vida de acompañar a su Hijo, es el modelo que nos esforzamos por seguir como Arquidiócesis. Su cercanía a Jesús nos anima a acercarnos a él a través de ella; su fidelidad a las enseñanzas y al ejemplo de Jesús hacen de María la imagen perfecta de la Iglesia, la Madre de la Misericordia, la Madre de la Santa Esperanza y la Madre de nuestro Salvador.

Cada una de las cinco metas de nuestro plan pastoral es de especial importancia para María. Mediante nuestra oración y adoración, invocamos la intercesión de nuestra Madre Santísima y su ayuda infalible. Mediante la corresponsabilidad con respecto a los abundantes dones de su Hijo, seguimos su ejemplo de gratitud, responsabilidad y generosidad. Mediante la intercesión de María nos esforzamos por formar familias y comunidades santas que den testimonio de la dignidad de la vida humana y del bien común de todos. Mediante nuestra aceptación del llamado bautismal a la evangelización y la catequesis, decimos «sí» a la voluntad de Dios como lo hizo María, y confiamos en la gracia de su Hijo para llevar a cabo con éxito nuestra misión. Por último, cuando pedimos a nuestra Madre que interceda por todo el clero y los líderes laicos, afirmamos su amor especial por todos los que comparten la misión de misericordia, esperanza y salvación de su Hijo.

En los últimos meses se ha producido un trágico resurgimiento del virus de la COVID-19, así como el azote del racismo, la intolerancia y la violencia en nuestras comunidades. Rezamos para que María, la Madre de la Iglesia, nos guíe en la planificación del futuro de nuestra Arquidiócesis, y nos ayude a ser conscientes de que todos somos uno en Cristo, hermanas y hermanos en la única familia de Dios.

Conforme avanzamos más allá de las exigencias del distanciamiento social y el aislamiento físico, y nos esforzamos por lograr una verdadera igualdad y justicia para todos, acudamos a nuestra Madre Santísima y pidámosle que nos ayude a acercarnos a Jesús y a los demás. Pidámosle a María que nos anime y nos guíe mientras proclamamos el Evangelio de la Alegría y nos esforzamos por vivir la misión de misericordia, esperanza y salvación de Cristo.


Conclusión

Volcando todos nuestros esfuerzos en la labor de llevar a cabo este plan pastoral arquidiocesano y repitiendo las palabras de bendición que pronunció san Pablo sobre los Tesalonicenses, recemos:

Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará. Hermanos, orad por nosotros (1 Tes 5:23-25).

Dado en Indianápolis, en el Centro Católico Arzobispo Edward T. O’Meara, el 3 de diciembre de 2020 A.D.

Reverendísimo Charles C. Thompson, D.D., J.C.L.
Arzobispo de Indianápolis


La Arquidiócesis de Indianápolis: Historia Breve

Generic ImageLa identidad y la misión católica en Indiana tiene una rica historia. El papa Clemente X fundó la Diócesis de Quebec, en 1674, que incluía el territorio conocido hoy como Indiana. Los registros sacramentales comenzaron a guardarse en la Iglesia de San Francisco Javier, en Vincennes, en 1749. En 1770, el padre Pierre Gibault se convirtió en el pastor de Vincennes.

La Ordenanza del Noroeste de 1787 garantizaba la libertad religiosa en todo el territorio. En 1789, Vincennes pasó a formar parte de la jurisdicción eclesiástica de la Diócesis de Baltimore. El Territorio de Indiana se fundó en 1800 y se designó a Vincennes como su capital. El 8 de abril de 1808 se fundó la Diócesis de Bardstown, en Kentucky que abarcaba todo el territorio de Indiana. La Escuela Primaria Flaget, la actual escuela católica de Vincennes, lleva el nombre del primer obispo de Bardstown, Joseph Benedict Flaget. Hasta donde se sabe, el obispo Flaget fue el primer obispo católico en administrar el sacramento de la confirmación en el Territorio de Indiana, en Vincennes, en 1814. En 1816, Indiana se convirtió en el decimonoveno estado.

La Diócesis de Vincennes, ahora la Arquidiócesis de Indianápolis, fue fundada por el papa Gregorio XVI el 6 de mayo de 1834. En aquel entonces, el territorio de la diócesis comprendía todo el estado de Indiana y el tercio oriental de Illinois. Este último se separó de la Diócesis de Vincennes con la fundación de la Diócesis de Chicago, el 28 de noviembre de 1843.

El padre Simon Bruté, médico graduado en Francia, fue nombrado primer obispo de Vincennes y sirvió a la comunidad durante cinco años hasta su muerte en 1839. En 1898 la sede de la diócesis se transfirió a Indianápolis, luego de cuatro obispos designados y de que se fundaran varias parroquias. Los primeros cuatro obispos están enterrados en la cripta de la Basílica de San Francisco Javier, en Vincennes.

Generic ImagePor decreto del papa Pío IX, el 8 de enero de 1857 la mitad norte del estado se convirtió en la Diócesis de Fort Wayne, siendo los límites la parte del estado al norte de la frontera sur de los condados de Fountain, Montgomery, Boone, Hamilton, Madison, Delaware, Randolph y Warren. La otra mitad sur del estado conformaba la Diócesis de Vincennes, que abarcaba 50 condados. Cubría un área de 18,479 millas cuadradas que se extendía desde los límites norte de Marion y los condados contiguos hasta el río Ohio y desde Illinois al oeste hasta Ohio al este.

Al segundo obispo de Vincennes se le permitió, por mandato apostólico, establecer su residencia en Vincennes, Madison, Lafayette o Indianápolis; Vincennes, sin embargo, seguiría siendo la ciudad sede. Este permiso, excluyendo Lafayette, se extendió al cuarto obispo.

Tras su designación en 1878, al obispo Francis Chatard, el quinto de Vincennes, se le ordenó fijar su residencia en Indianápolis. Aunque la sede de la catedral y la sede continuaban en Vincennes, el obispo Chatard usó la Parroquia de San Juan Evangelista en Indianápolis como catedral no oficial hasta que culminaron las obras de la Catedral de San Pedro y San Pablo en Indianápolis, en 1907. La Parroquia de San Juan Evangelista, fundada en 1837, fue la primera en Indianápolis y el condado de Marion.

Por mandato apostólico de fecha 28 de marzo de 1898, el título de la diócesis cambió a “Diócesis de Indianápolis” con sede episcopal en la ciudad de Indianápolis. Pese al cambio de residencia oficial del obispo, el patrón de la diócesis siguió siendo san Francisco Javier, el título de la antigua catedral de Vincennes. En 2006, tras la canonización de la Madre Teodora Guérin, la primera santa canonizada de la Arquidiócesis, la Santa Sede la proclamó patrona de la Arquidiócesis junto con Francisco Javier.

Generic ImageEl 21 de octubre de 1944, Su Santidad el papa Pío XII emitió un decreto apostólico mediante el cual se creó la Arquidiócesis de Indianápolis. El 19 de diciembre de 1944, por decreto ejecutivo del delegado papal, el Reverendísimo Amleto Giovanni Cicognani, delegado apostólico de Estados Unidos, proclamó solemnemente el decreto papal del papa Pío XII en la Catedral de San Pedro y San Pablo, a través del cual Indianápolis fue elevada a arquidiócesis y el estado de Indiana se convirtió en el área metropolitana. Mediante el mismo decreto se crearon las diócesis de Evansville y Lafayette-in-Indiana y, junto con la Diócesis de Fort Wayne, se convirtieron sedes sufragáneas de Indianápolis. Al establecerse la Diócesis de Gary el 25 de febrero de 1957, también se convirtió en sede sufragánea.

El área actual de la Arquidiócesis de Indianápolis es de 13,757.7 millas cuadradas, según las mediciones de 1990 de la División de Referencia de la Biblioteca del Estado de Indiana, y comprende los condados de Bartholomew, Brown, Clark, Clay, Crawford, Dearborn, Decatur, Fayette, Floyd, Franklin, Hancock, Harrison, Hendricks, Henry, Jackson, Jefferson, Jennings, Johnson, Lawrence, Marion, Monroe, Morgan, Ohio, Orange, Owen, Parke, Perry, Putnam, Ripley, Rush, Scott, Shelby, Switzerland, Union, Vermillion, Vigo, Washington y Wayne, y el municipio de Harrison en el condado de Spencer, en el sur de Indiana.

Generic ImageHoy en día la Arquidiócesis Católica Romana de Indianápolis comprende 126 parroquias, 68 escuelas, seis agencias de Caridades Católicas y muchas oficinas ministeriales en el centro y el sur de Indiana. Hay una fuerte presencia de mujeres y hombres consagrados, incluyendo benedictinos, franciscanos, hermanas de la Providencia de Santa María de las Madres, carmelitas y jesuitas. Dos universidades católicas, Marian University y el St. Mary-of-the-Woods College, brindan educación a estudiantes de Indiana y de muchas otras regiones de los Estados Unidos y a la comunidad internacional. El Seminario Universitario Obispo Simon Bruté de Indianápolis se inauguró en 2004 para preparar a los seminaristas universitarios para el seminario mayor. El Seminario y la Escuela de Teología de Saint Meinrad, fundados en 1861 en St. Meinrad, Indiana, ofrecen formación a sacerdotes, diáconos y ministros laicos.

El 13 de junio de 2017, el papa Francisco nombró al arzobispo Charles C. Thompson como séptimo arzobispo de Indianápolis. Su ceremonia de investidura se realizó en la Catedral de San Pedro y San Pablo el 28 de julio de 2017.


Arquidiócesis Católica Romana de Indianápolis: Metas estratégicas, objetivos y acciones de implementación

Enero de 2020

Nosotros, la Arquidiócesis Católica Romana de Indianápolis, proclamamos con alegría el Evangelio de Jesucristo a todas las personas que viven su misión de misericordia, esperanza y salvación.

Oración y adoración

Generic ImageMETA 1: Fomentar un encuentro personal con Jesucristo a través de una vida litúrgica, sacramental, devocional y de oración personal rica y dinámica.

Objetivo 1.1 Cultivar el sentido de pertenencia de todo el pueblo de Dios a través de experiencias litúrgicas que honren nuestra creciente diversidad cultural y étnica.

Objetivo 1.2 Ofrecer recursos a las parroquias para fomentar la participación plena, activa y consciente de todos los fieles en la vida litúrgica de la Iglesia.

Objetivo 1.3 Enriquecer y complementar la comprensión de los fieles del Evangelio, las escrituras y la liturgia a través de la música y el canto que honra y celebra nuestra diversidad cultural y étnica.

Objetivo 1.4 Fomentar la vida espiritual del pueblo de Dios a través de las devociones de “piedad popular.”

Acción 1.4.1 Identificar y diseñar los recursos necesarios para profundizar en la comprensión y el uso de las oraciones y las devociones católicas por parte de los fieles.

Objetivo 1.5 Promover la preparación sacramental como instrumento de la nueva evangelización, como un encuentro para candidatos, familias y padrinos con el Señor resucitado.
 

Corresponsabilidad

Generic ImageMETA 2: Fomentar una cultura de corresponsabilidad en respuesta a nuestro llamado bautismal a través de la entrega de nuestro tiempo, talentos y tesoros en el servicio de Dios y de los demás.

Objetivo 2.1 Fomentar un mayor sentido de discipulado en la gente ayudándola a identificar los dones que Dios les ha dado, y de qué manera pueden ponerlos al servicio para construir Su reino a través de la Iglesia.

Acción 2.1.1 Emitir un llamado a la acción para un plan de evangelización y catequización de los fieles.

Objetivo 2.2 Diseñar e implementar un sistema a nivel arquidiocesano que conecte y coordine los dones y talentos de los fieles con las necesidades de la Arquidiócesis, de la comunidad en general y de la parroquia, e invite y comprometa activamente a los fieles al servicio de los demás.

Acción 2.2.1 Evaluar las estructuras de comunicación dentro de la Arquidiócesis y responder con la elaboración de modelos eficaces que utilicen diversos métodos y atiendan las necesidades.

Objetivo 2.3 Realizar una evaluación o auditoría integral de todos los bienes de capital y las instalaciones dentro de la Arquidiócesis en relación con el mantenimiento y la utilidad a corto y largo plazo (sobre la base de auditorías y evaluaciones anteriores) y desarrollar métodos e informes estandarizados para evaluar los recursos y las necesidades pastorales en toda la Arquidiócesis.

Objetivo 2.4 Seguir utilizando las herramientas y recursos obtenidos del programa “Empoderamiento de líderes pastorales” (Empowering Pastoral Leaders) como medio para aumentar la capacidad de liderazgo, las aptitudes y los talentos de todos.
 

Familia y comunidad

Generic ImageMETA 3: Apoyar y fomentar la participación de las familias y comunidades de la Arquidiócesis.

Objetivo 3.1 Reconocer a la familia como el núcleo de nuestros esfuerzos de evangelización y del ministerio pastoral.

Acción 3.1.1 Alimentar los matrimonios católicos y la vida familiar católica a través de experiencias que profundicen el encuentro con Jesucristo.

Acción 3.1.2 Desarrollar formas de involucrar y apoyar las necesidades de las familias.

Acción 3.1.3 Fomentar el uso de una evaluación o inventario de los dones espirituales en nuestras parroquias, agencias, escuelas y organizaciones.

Objetivo 3.2 Ofrecer recursos y experiencias a los hogares católicos en el fomento y el discernimiento de las vocaciones.

Objetivo 3.3 Cultivar comunidades centradas en la invitación y la evangelización de las personas en todas las fases de la vida.

Objetivo 3.4 Afirmar y promover el papel de los padres como los principales maestros y formadores de la fe de sus hijos.

Objetivo 3.5 Diseñar programas de divulgación y recursos para invitar y acoger activamente a los católicos inactivos, para extender la hospitalidad a quienes visitan la Iglesia por primera vez, y para recibir calurosamente a aquellos que buscan un hogar en la iglesia.
 

Evangelización y catequesis

Generic ImageMETA 4: Vivir con una actitud de discipulado misionero hacia todas las personas, llegando a las periferias de nuestra diócesis, parroquias y comunidades.

Objetivo 4.1 Fomentar el sentido de pertenencia en nuestra Arquidiócesis mediante una actitud de encuentro.

Objetivo 4.2 Restaurar el significado de la alegría mediante la proclamación y la evangelización de la Buena Nueva.

Objetivo 4.3 Crear una cultura de discipulado intencional.

Objetivo 4.4 Convertir en prioridad la participación de los jóvenes y los adultos jóvenes en todos los niveles del ministerio pastoral.

Objetivo 4.5 Promover instrumentos eficaces de evangelización mediante una catequesis sólida.

Acción 4.5.1 Crear conciencia de que la evangelización no se limita a las liturgias dominicales.

Acción 4.5.2 Acompañar y apoyar a los pequeños grupos eclesiásticos de la parroquia.

Acción 4.5.3 Fomentar la integración de las comunidades étnicas y las personas con discapacidades en las estructuras parroquiales y diocesanas.

Objetivo 4.6 Identificar y desarrollar modelos de formación catequética con énfasis en el uso de la tecnología y las redes sociales.

Objetivo 4.7 Promover la formación integral de toda la vida en la fe facilitando la conversión emocional, espiritual e intelectual.
 

Vida y ministerio del clero

Generic ImageMETA 5: Asegurar el bienestar espiritual y físico del clero (sacerdotes y diáconos) mediante la vitalidad espiritual, la eficacia organizativa y principios y prácticas coherentes de corresponsabilidad.

Objetivo 5.1 Asegurar el bienestar espiritual y físico del clero.

Acción 5.1.1 Identificar oportunidades para el desarrollo profesional y los años sabáticos para el clero y los laicos.

Acción 5.1.2 Fomentar una cultura de identidad y apoyo al sacerdocio a través de oportunidades y reuniones locales y arquidiocesanas que promuevan y afirmen la vocación sacerdotal.

Objetivo 5.2 Crear un marco que identifique los componentes necesarios para tener parroquias prósperas, mientras nos preparamos para los cambios actuales y futuros del clero, los religiosos y el liderazgo laico en la Arquidiócesis.

Acción 5.2.1 Crear estrategias, estructuras y sistemas nuevos e innovadores que respondan a las necesidades cambiantes de la vida parroquial y al mismo tiempo apoyen el bienestar de nuestros líderes parroquiales.
 
Acción 5.2.2 Desarrollar métodos e informes estandarizados para evaluar los recursos (humanos, materiales y financieros) y las necesidades pastorales en toda la Arquidiócesis.

Acción 5.2.3 Examinar los planes estratégicos y pastorales existentes para coordinar las necesidades y los recursos humanos.

Acción 5.2.4 Realizar y analizar una evaluación exhaustiva de los horarios de las misas, la disponibilidad de clérigos, la dotación de personal y los feligreses en cada decanato.

Acción 5.2.5 Examinar la estructura actual de decanato a la luz de las nuevas tendencias e hipótesis relativas al clero en el futuro.

Acción 5.2.6 Elaborar un plan de comunicaciones global para educar a la Iglesia local y promover la conciencia y la comprensión de los cambios futuros.

Acción 5.2.7Identificar, hacer un llamamiento y aclarar la función de los líderes laicos de la Iglesia para servir a las necesidades de las estructuras parroquiales y diocesanas en constante cambio. (Por ejemplo: ¿qué debemos hacer para capacitar a los PLC, los asociados pastorales, los ministros de la juventud, etc.?)


Mapa de la Arquidiócesis de Indianápolis

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