September 29, 2006

Seeking the Face of the Lord

Jesús sentó el precedente en lo concerniente al respeto a la vida

El 1º de octubre, celebramos el Domingo de Respeto a la Vida. Año tras año insistimos en seguir haciéndolo. No podemos rendirnos jamás ante la lucha de promover la cultura de la vida.

Abogamos por el derecho a la vida en nombre del nonato sin voz y por el derecho a la vida de aquellos que no pueden valerse por sí mismos en el ocaso de la vida. Y existe mucho más que el mero derecho a la vida en ambos extremos del espectro.

Los proponentes del derecho a la vida profundamente comprometidos y elocuentes resultan profetas en nuestra cultura. El materialismo secular y el consumismo son poderosas fuerzas de contrarresto en la sociedad en general, así como también en las filas cristianas.

Dos imponentes instancias sociales de la falta de respeto por la vida humana están ocasionando un profundo impacto en nuestras comunidades locales.

Aquí en el Condado Marion, al igual que en todos lados, ha ocurrido un alarmante aumento en la cantidad de asesinatos a sangre fría. Algo va mal. Las autoridades civiles y otros líderes de la comunidad están haciendo lo mejor que pueden para abordar el problema. Gran parte está vinculada a las drogas; gran parte está vinculada a la búsqueda de dinero. Con seguridad, la pobreza es uno de los problemas involucrados.

A medida que analizamos las circunstancias de los asesinatos anunciados, en cada caso existe una falta impresionante de valor por la vida y la dignidad de la persona humana. Aquel que mata para obtener dinero, aquel que mata para obtener dinero para comprar drogas, aquel que mata para ganar una discusión en una pelea callejera, independientemente de los detalles, carece del respeto fundamental por la vida humana.

Para muchos ese análisis puede sonar demasiado filosófico, pero resulta difícil negar su verdad. La vida humana se convierte en dispensable cuando no es más que un artículo que puede desecharse o eliminarse en el calor de la ira, bajo un estado de ebriedad o por efecto de las drogas.

La Santa Madre Teresa de Calcuta una vez indicó que una gran pobreza es la que verdaderamente ocasiona que alguien ponga fin a la vida de un nonato por cuestiones de inconveniencia. Fue profeta al recordarnos que una sociedad dispuesta a destruir a un nonato no se detendrá allí.

No hay duda de que la posesión ilegal de armas, el acceso a drogas ilegales, la irresponsabilidad de algunos padres, la indiferencia de algunos de nuestros vecindarios y el impacto de la pobreza de la sociedad deben abordarse en programas de cooperación social. Pero éstos son síntomas de una deficiencia moral grave en nuestra cultura seglar. Mientras abordamos los síntomas del materialismo secular que van mal, ¿estamos dispuestos a señalar y tomar propiedad en la necesidad de respeto por la vida humana en todas sus dimensiones?

Otro aspecto social mantiene ocupada a nuestra nación. Se trata de la cuestión de los inmigrantes ilegales. ¿No es acaso irónico que, salvo por los nativos americanos, somos una nación de inmigrantes? Sin embargo, hay una gran división en la nación sobre cómo manejar esta situación. Las propuestas van desde “sáquenlos a todos” hasta “dénle residencia permanente a todos.”

Recientemente un abogado que ejerce derecho migratorio, Thomas Roach, abordó cinco mitos comunes sobre nuestros inmigrantes (National Catholic Register, edición del 3 de septiembre de 2006). Estos incluyen:

  • Los inmigrantes ilegales se apoderan de los trabajos de los americanos. No es cierto, ellos realizan trabajos que los americanos no quieren hacer. Trabajan por un sueldo mínimo sin beneficios y con pocas oportunidades de superación.
  • Los inmigrantes ilegales no pagan impuestos. La inmensa mayoría paga los mismos impuestos que todos nosotros pagamos. Los empleados descuentan de sus ingresos los impuestos federales y de seguridad social.
  • Los extranjeros ilegales no aprenden inglés ni se asimilan a la cultura. Tal vez sea cierto en el caso de mexicanos mayores que recibieron únicamente una educación rudimentaria en México. Sin embargo, sus hijos van a nuestras escuelas, se encuentran inmersos en el inglés y virtualmente todos hablan inglés. Al igual que los irlandeses, italianos, alemanes y japoneses, asimilarán la cultura americana en los próximos años.
  • No aportan a la economía estadounidense y vienen aquí para obtener asistencia social. Ellos pagan impuestos y consumen bienes y servicios que son vitales para la economía estadounidense.
  • Los extranjeros ilegales deberían introducir una solicitud para venir a trabajar legalmente en los Estados Unidos. Es cierto, pero imposible. El actual sistema de inmigración basada en empleo permite un máximo de 10.000 tarjetas verdes al año en todos los Estados Unidos para trabajadores poco calificados. Es una paradoja: Estados Unidos necesita trabajadores, los extranjeros quieren trabajar, pero el sistema actual de inmigración no lo permite.

Nuestra Iglesia no aprueba que se infrinjan las leyes. Pero nuestra Iglesia también dicta que arreglemos las leyes que no funcionen. Más aun, los aproximadamente 11 o 12 millones de inmigrantes ilegales en nuestro país merecen respeto por su dignidad humana. La solución a nuestra situación debe ser legal, respetuosa y viable.

En la medida en que el racismo es un factor significativo que afecta tanto la incidencia de violencia en nuestra cultura y el tema de la inmigración ilegal, se convierte también en una cuestión de respeto por la dignidad de la vida humana. Toda persona humana tiene derecho a que se le respete por su dignidad. Jesús sentó este precedente. †

 

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