May 13, 2005

Seeking the Face of the Lord

El carácter de los seminaristas le da esperanzas a ­nuestra Iglesia

Si desea sentirse inspirado con entusiasmo y esperanzas sobre el futuro de nuestra Iglesia, dedique tiempo para visitar a nuestros seminaristas.

Hace un par de semanas la Escuela de Teología de Saint Meinrad patrocinó una conferencia nacional de seminaristas. Fui invitado a asistir y a celebrar una de las misas de la conferencia. El espíritu positivo de los más de 150 seminaristas de todo el país y sus inquietudes entusiastas sobre su preparación para servir a la Iglesia en el futuro, resultaban contagiosos. Me llena de orgullo resaltar que nuestros seminaristas arquidiocesanos se destacaban predominantemente en el liderazgo de la conferencia.

En el teatro (donde se llevaron a cabo las principales presentaciones), se encontraba muy a la vista un enorme retrato del difunto Papa Juan Pablo II. No me sorprendió enterarme del amor y el respeto de los seminaristas para con el difunto Santo Padre. Muchos de ellos no habían conocido otro Papa. La mayoría de aquellos con quienes conversé, citaron al Papa Juan Pablo II como un factor crucial en su decisión de convertirse en sacerdotes.

Me impresionó el hecho de que el horario de la conferencia claramente destacaba a la oración como la prioridad principal. Era gratificante observar cómo se realizaban los preparativos para la oración matutina y las oraciones vespertinas, así como también la Eucaristía diaria. Se dedicaba tiempo a la oración y la adoración ante el Sagrado Sacramento, al igual que para el Rosario. Lo mismo ocurría con el sacramento de la penitencia y reconciliación

La conferencia nacional se concentró en torno al tema del profeta Jeremías “Un futuro lleno de esperanza”. Las presentaciones sobre la evangelización con esperanza, la vida célibe como una promesa de esperanza y la identidad sacerdotal como fuente de esperanza, constituyeron temas importantes de la conferencia, ampliamente reiterados.

Los seminaristas deseaban hablar acerca de cómo fomentar las vocaciones al sacerdocio. Preguntaban cómo podían llegar a aquellos jóvenes que contemplaban esa idea en sus mentes y en sus corazones, pero a quienes les resultaba difícil compartirla con sus compañeros. Recordé la Carta a los Sacerdotes en Ocasión del Jueves Santo, que el difunto Papa Juan Pablo II firmó en la Clínica Gemelli en Roma, el Quinto Domingo de Cuaresma.

En esa carta, que contenía algunos de sus últimos pensamientos y palabras, el Santo Padre escribió acerca de cómo las palabras de la consagración en la Eucaristía deberían modelar la espiritualidad de un sacerdote. Reflexionando en el hecho de que después de la consagración el sacerdote profesa, junto con los fieles, que Cristo volverá, dijo: “Ésta es una tarea que exige del sacerdote una actitud interior similar a la que el apóstol Pablo vivió en sí mismo: ‘Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta’” (Flp 3, 13-14).

El Santo Padre dijo que el sacerdote es alguien que, no obstante el paso de los años, continúa irradiando juventud, y como “contagiándola” a las personas que encuentra en su camino. “(Su) secreto reside en la ‘pasión’ que tiene por Cristo”. Dice que la gente recurre a los sacerdotes con la esperanza de “ver” a Cristo; esto es especialmente cierto en los jóvenes. “No faltarán ciertamente vocaciones si se eleva el tono de nuestra vida sacerdotal, si fuéramos más santos, más alegres, más apasionados en el ejercicio de nuestro ministerio. Un sacerdote ‘conquistado’ por Cristo (cf. Flp 3, 12) ‘conquista’ más fácilmente a otros para que se decidan a compartir la misma aventura.”

A la víspera de celebrar el aniversario número 41 de mi ordenación como sacerdote, las palabras del difunto Papa Juan Pablo II resultan oportunamente alentadoras. Por supuesto, en la misma carta a los sacerdotes, el Papa hizo énfasis en la necesidad fundamental de que el sacerdote sea un hombre de oración. Él nos exhortó en este año de la Eucaristía a seguir el fervor de aquellos santos que fueron defensores vehementes de la devoción eucarística. Expresó: “Estar ante Jesús Eucaristía, aprovechar, en cierto sentido, nuestras ‘soledades’ para llenarlas de esta Presencia, significa dar a nuestra consagración todo el calor de la intimidad con Cristo, el cual llena de gozo y sentido nuestra vida”

Estas palabras póstumas del Papa Juan Pablo II a los sacerdotes son mucho más conmovedoras ya que provienen de su lecho de enfermo. Escribió: “Os envío mi mensaje desde el hospital, donde estoy algún tiempo con tratamiento médico y ejercicios de rehabilitación, enfermo entre los enfermos, uniendo en la Eucaristía mi sufrimiento al de Cristo. Con este espíritu deseo reflexionar con vosotros sobre algunos aspectos de nuestra espiritualidad sacerdotal”. Confío en que éste, su último legado para los sacerdotes dedicado a la Eucaristía, continúe reverberando por muchos años.

Nuestros seminaristas han recibido la inspiración del Papa de su juventud y continúan acogiéndose a su legado. Encuentro que sus espíritus están verdaderamente llenos de esperanza contagiosa. †

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